jueves, 20 de julio de 2017

Fragmento de mi noveleta "Del otro lado de las costas"


[...] Celeste vivía en la casa de abajo, ella prefirió esa y no la de arriba, aunque estaba desocupada cuando ella y Gustavo fueron a vivir allí. La casa de abajo tenía un ventanal envidiable, que si bien el ruido de los muchachos en la calle se colaba hasta la cocina y a veces resultaba bastante fastidioso, en época de verano, era una bendición de Dios. Por allí se escabullía una brisa que ella nunca supo de dónde salía, pero llegaba como bálsamo a refrescar a la familia. Pero aquella tarde —era una tarde del mes de enero—, con un incipiente frente frío que decidió visitar al caimán dormido, el ventanal se encontraba cerrado y Celeste disfrutaba de un recién colado café, con su amiga Nena, cuando sonó el timbre del teléfono...
 
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